Por Roberto O. Sánchez (*)
En las últimas semanas el tema de la investigación científica ha estado presente en los medios. Que investigar, que no investigar, cuánto investigar e, incluso, si se debe investigar en nuestro país. Sin hundirnos en los aspectos más bajos de tales discusiones (que llevaría a darle más status que el merecido a muchos de esos cuestionamientos), directamente vamos a sostener que en nuestro país resulta necesario profundizar las investigaciones en psicología de la personalidad, en particular (y sin descartar lo referido a sus aspectos adaptativos), en lo que respecta a sus variantes más patológicas.
En una nota anterior (https://www.lacapitalmdp.com/un-cambio-de-paradigma-en-la-psicopatologia), dábamos cuenta de los esfuerzos que se vienen realizando a nivel global para alcanzar un nuevo modelo de psicopatología (dimensional) que reemplace al defectuoso modelo actual (categorial). Parte importante de esos esfuerzos se centran en la psicopatología de la personalidad.
Recapitulando, lo que se busca es conocer cual sería la estructura subyacente a nuestra personalidad, y cómo en ocasiones esas estructuras ocasionan un funcionamiento deficiente, en algún grado, en nuestra manera de ser. Básicamente, se sabe que la base de nuestra personalidad estaría representada por grandes rasgos, universales, que nos llevan a ser como somos, a comportarnos como nos comportamos. Con un ejemplo se entenderá mejor. Uno de los rasgos sobre cuya existencia existe un consenso prácticamente absoluto en la ciencia es el de extraversión – introversión. Según la expresión de este rasgo, las personas seremos o más bien extravertidas o más bien introvertidas, de manera adaptativa (es decir, pudiendo manejarnos en y con el mundo sin mayores complicaciones). En algunos casos, por el contrario, un grado excesivo e inflexible de extraversión (o de introversión) lleva a fricciones en nuestro andar por el mundo, ocasionándonos cierto monto de malestar. Cuando nuestra manera de manejarnos con nosotros mismos y/o con los demás genera esas fricciones, y el malestar consecuente, y no podemos articular estrategias alternativas para solucionarlo, estamos en presencia de una personalidad patológica (teniendo en cuenta que esto es una cuestión de grado). Lo mismo podría decirse respecto al resto de los rasgos de personalidad (sobre los cuales, por el momento, no habremos de explayarnos).
Ahora bien, decíamos más arriba que la ciencia psicológica se está abocando a formular una psicopatología de la personalidad basada en rasgos que funcionan de manera desadaptativa. Decíamos también que se considera que esos rasgos son universales, dado que formarían parte de nuestra dotación genética. Sin embargo, en la expresión abierta de esos rasgos resulta fundamental la impronta cultural, vale decir, aunque los rasgos son comunes a toda la humanidad, cada cultura predispone a que se expresen de cierta manera. Y aquí es donde surge la necesidad de investigaciones en el área desde nuestro contexto, dado que, si esa investigación no se realiza, cuando esos modelos hagan su entrada formal dentro de la psicopatología no estaremos en condiciones de saber como funcionan en nuestra sociedad. En tal (desfavorable) caso, deberemos conformarnos con tener a disposición lo que sí se investigó en algún otro contexto similar, por ejemplo, España (donde cuestiones como esta, si investigar o no, ni se toman en consideración). Y si bien nuestra cultura tiene puntos de similitud con la española, también tiene diferencias y, justamente, ese ser diferente, eso que nos hace distintos, que es propio de nuestra idiosincrasia, se habrá perdido.
En unos ejemplos se verá más claro esto que venimos sosteniendo. Un campo muy propicio para la expresión de las diferencias culturales es el lenguaje. Aún países que comparten el idioma no se expresan de la misma manera. Esto resulta de mayor relevancia al momento de construir pruebas psicológicas, comúnmente conocidas como “test”, para evaluar los rasgos de personalidad. Observemos estos tres ítems tomados de pruebas estandarizadas en España:
– “Me veo a mí mismo como alguien que tiene una personalidad asertiva”
– “Camelar a los demás me ayuda a conseguir lo que quiero”
– “Me encallo en una manera de hacer las cosas, incluso cuando está claro que no funciona”
Seguramente, para los nativos españoles dichos ítems tendrán una interpretación clara y unívoca. Pero usados en nuestro contexto su interpretación no es tan lineal o, incluso, pueden resultar inentendibles. Sin embargo, las pruebas de donde fueron extraídos suelen usarse en nuestro país. Mal, pero así está la cosa.
Para una cabal evaluación de aquello que se quiere medir, en este caso rasgos de personalidad, los ítems que se utilicen deben ser correcta y unívocamente interpretados por las personas que responden una prueba, caso contrario, se corre el riesgo de estar evaluando otra cosa, cualquier cosa. La única manera de lograr cierto grado de certeza respecto a estar midiendo aquello que queremos medir, es contar con pruebas adaptadas a nuestra población, y eso se logra sola y exclusivamente con investigación. ¿Nos vamos entendiendo?
Otro aspecto que debe investigarse en los diferentes contextos culturales es si la supuesta estructura subyacente a la personalidad patológica se replica (vale decir, se repite) en los diferentes contextos. Esto es, teóricamente se asume que esa estructura es de cierta manera, y esto se observa en las investigaciones realizadas en los países donde esas teorías surgen. ¿Pero eso se repite de la misma forma en todos los contextos? Debería ser así, ya que se supone que las estructuras de la personalidad, adaptativas o patológicas, son universales, pero esto no debe darse por supuesto. Por el contrario, corresponde verificar tal universalidad (y sus peculiaridades) en cada cultura. Hasta tanto esas investigaciones no se repliquen en los contextos más variados la supuesta universalidad de los rasgos es solo eso, una suposición, y, nuevamente, la única manera de avanzar en ese cometido es con investigación.
Para ir concluyendo, si la ciencia psicológica está abocada a presentar un modelo de psicopatología de la personalidad de aplicación universal, resulta necesario contar con investigaciones que sostengan la legitimidad de eso modelo en cada cultura. Y nuestro país no debe, no debería, quedar al margen de ese objetivo. Caso contrario, deberemos conformarnos con lo producido por otros contextos, similares, pero no iguales al nuestro. Lo problemático del asunto, más allá de las meras cuestiones teóricas, es que a partir de esos hallazgos se realizarán diagnósticos psicopatológicos y se diseñarán tratamientos psicoterapéuticos, los cuales, obviamente, no se corresponderán exactamente con nuestra idiosincrasia. En consecuencia, los diagnósticos serán menos precisos y los tratamientos menos eficaces. Alto costo de negar la importancia de la investigación. El cuento del avestruz que esconde su cabeza en la arena nunca termina bien.
(*) Facultad de Psicología, Instituto de Psicología Básica, Aplicada y Tecnología (IPSIBAT), UNMdP.
Director Proyecto de Investigación (UNMdP): “Modelos dimensionales en personalidad patológica”.